“Ellos, otros Cristos.”
Al pedirme que escribiera algo sobre el sacerdote, llamado a dar vida, comencé a pensar que un joven que tiene vida es aquel que se ha encontrado con el Don del Sacerdocio y éste es el primer signo de amor y vida; porque al recibir esta gracia el Sacerdote está llamado a dar vida por hacer presente a quien es la Vida. Pocas veces somos conscientes de que por sus manos ungidas, en la consagración del pan y del vino, hacen presente en el mundo el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que es la Vida. El Sacerdote entonces acompaña, al pueblo de Dios, para seguirle transmitiendo esa vida y ¿cómo?
Por medio de su ejemplo con ese amor de donación al que está llamado, e impartiendo los sacramentos. ¿Nunca te ha tocado ver cuando un Sacerdote bautiza? En ese momento apreciamos y contemplamos a un nuevo miembro en la familia y sabemos que su sacerdocio es fecundo. Al mismo tiempo sabemos que está dándole vida en el Espíritu y que cada día quiere acrecentarla al darnos su Palabra y su Cuerpo que es el que nos alimenta para seguir caminando. También, el sacerdote es quien nos espera en el confesionario para levantarnos de nuestras caídas, restableciendo nuestra amistad con la Vida; y no podemos olvidar que todo presbítero nos acompaña cuando nuestro cuerpo, por la enfermedad, da tumbos, y entonces él se hace presente con la unción de los enfermos para darnos nuevamente la vida y recuperar fuerzas, pero tenemos que buscarlos para que hagan, presente al Autor de la Vida.
Porque en los acontecimientos más felices sea nacimiento, confirmación, matrimonio, etc. está presente, pues son momentos de un nuevo inicio de vida, así como cuando ellos reciben la ordenación sacerdotal, el Obispo está con ellos porque empiezan una nueva vida, dando la vida. Y ya en la última etapa de nuestra vida cuando ya no tenemos más fuerzas o cuando la enfermedad nos consume y ya vemos el momento de encontrarnos con el Amor, ellos nos acompañan y nos ayudan a prepararnos para el gran encuentro con la vida en Dios.
Por eso hay que pedir por todos los sacerdotes para que cada día su amor de donación se transforme en el amor sacerdotal de Jesucristo y puedan seguir siendo buenos cauces de la vida de Dios. Para que su ministerio sacerdotal sea fecundo y no sacerdotes de escritorio o sólo funcionarios de lo sagrado, como diría el Papa Francisco, sino sacerdotes en salida con olor a oveja.
Hna. Míriam Vázquez Canto, OJS
Oblata de Jesús sacerdote