“La Eucaristía, fuente de vida”
El Sacerdote es una persona escogida por Dios, que vive en medio de un entorno familiar, en el cual siente la invitación de Dios hacía la vida Sacerdotal.
A lo largo de mis veintidós años de edad, he conocido a sacerdotes entregados a su ministerio, en el cual su objetivo es llevar el Evangelio de Cristo, en especial a las personas que no lo conocen. Es necesario que todos los días reflexionen en la vida de Jesús, meditar el Evangelio, sobre todo poder confrontarse con la Sagrada Escritura, haciéndose la pregunta, ¿qué haría Jesús en mi lugar?
Algo muy importante que no debe faltarle al Sacerdote es su vida íntima con Dios por medio de la oración, en la cual cuenta sus experiencias y sentimientos con alguien que se interesa por él, y tiene la certeza de sentirse escuchado, pero sobre todo sentirse consolado buscando una cercanía constante y cálida con el Padre. Toda esa relación implica comunicación. Sabemos que en los Evangelios se nos ofrece evidencia de que Jesús escuchaba a Dios Padre, a través de la naturaleza, a través del pueblo y en el silencio; compartió con el Padre sus preocupaciones, los acontecimientos de su vida, sus sentimientos.
La persona escogida por Dios inicia su formación en el Seminario, en la cual la tarea primordial es acrecentar la relación con su Maestro, es decir, en la oración con Jesús de Nazaret. Todos los días el seminarista agradece por esta invitación que se le ha hecho; en este inicio de su caminar experimenta alegrías, tristezas, angustia, enojos. Es como si fuera un electrocardiograma donde la finalidad es encontrar un equilibrio.
Una vez que el formando es ordenando sacerdote, está llamado a dar vida, es decir a transmitir el amor del Padre a todas las personas con su testimonio de todos los días ha de manifestar la presencia de Dios con las personas que convive, teniendo una vida coherente acorde a su identidad. También ha de santificarse realizando lo que le corresponde hacer, ya sea en una parroquia cuidando el rebaño de su pueblo, estar con la comunidad o como formador del Seminario. En esta última tienen una responsabilidad importante, ya que están acompañando a los futuros pastores para que el día de mañana puedan, a su vez, cuidar el rebaño que Dios les vaya a encomendar. El sacerdote es una persona que transmite la
Misericordia a las personas, en especial a las más necesitadas, dañadas y alejadas de Dios.
Concluyo con una frase de San Juan María Vianney “el sacerdote debe sentir la misma alegría, de los apóstoles, al ver a Nuestro Señor, al que tiene entre sus manos”. Poder consagrar, ósea, convertir la hostia y el vino en el Cuerpo y sangre de nuestro Señor, no son por sus propios méritos, sino por obra de Dios. Hoy Dios sigue invitando a muchos jóvenes a transmitir el Evangelio y poder ofrecer la hostia y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo.
Javier Díaz Manzanero
Alumno de la Etapa Discipular