“El sacerdote ya no se pertenece” – Jueves Semana del Seminario 2018

“El sacerdote ya no se pertenece.”

En el camino de la formación inicial y de respuesta constante al don de la vocación, el seminarista encuentra testimonios concretos de muchos sacerdotes que desgastan su vida por el bien del Pueblo de Dios, ya que desde la dinámica de la formación integral es posible tener cercanía con los sacerdotes en las dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral.

Desde mi experiencia en cada curso he tenido la oportunidad de conocer y compartir la vocación con muchos sacerdotes que van dando vida en las comunidades que Dios les ha encomendado. Dar vida significa guiar, enseñar y santificar a las comunidades, siguiendo los rasgos y actitudes del Buen Pastor. El sacerdote da vida con su respuesta cotidiana, da vida al bautizar, al alimentar a los fieles con la Eucaristía, al curar las heridas ocasionadas por el pecado, al visitar a los enfermos y bendecir con alegría a un nuevo matrimonio.

También he aprendido que el sacerdote da vida en la sociedad, esto lo realiza primero, al orar por todas las personas que viven en la comunidad parroquial y segundo al crear conciencia desde la predicación iluminada por la Palabra de Dios. Me refiero a que da vida en lo social, ya que en la actualidad se necesitan pastores que sean verdaderos instrumentos de Dios en sus comunidades para despertar nuestras conciencias, que en ocasiones parecen estar dormidas. El sacerdote da vida al buscar el Reino de Dios, mediante un encuentro constante con su Maestro Jesús, y así poder enseñar a los bautizados a ser buenos cristianos y verdaderos ciudadanos que promuevan el bien común.

El sacerdote da vida, al guiar a los fieles hacia la comunión con Dios mediante el acompañamiento a los grupos apostólicos, de servicio y a los centros pastorales para que el Evangelio llegue a todas las personas de la comunidad parroquial. De manera especial quiero mencionar que el sacerdote da vida con sus consejos a las familias que mediante los cuales, ayuda a los esposos a ser verdaderos formadores de amor en sus hogares.

Finalmente puedo decir que el sacerdote da vida con su persona, con su propia humanidad; el sacerdote es el hermano mayor que con su trato y diálogo fraterno es signo de unidad en la comunidad y sobre todo, desde su fragilidad se reconoce necesitado de Dios y de los demás. La vida que el sacerdote da, no sólo es para aquellos cercanos, sino que es vida que se extiende para aquellos que se encuentran alejados, a ejemplo del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y va en busca de la oveja pérdida.

Pidamos a nuestro Padre Bueno, en especial en esta semana del Seminario, que quienes nos formamos para responder al Maestro, en la vocación al Ministerio Ordenado, seamos fieles a las actitudes y rasgos del Buen Pastor para ser sacerdotes que en el ejercicio del ministerio busquemos dar vida en las comunidades.

Jesús Feliciano Tec Canché
Alumno de la Etapa Teológica

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